domingo, 23 de marzo de 2014

Cartas a Chloe: 4ª Carta

De: Nelly
A: Chloe
Asunto: el

Recuerdo, Chloe, el día en que la Señora Clarisa tuvo un terrible accidente. Todo empezó tras enterarme en tu casa que había sido ella quien contrató a aquellos hombres para robar en mi casa. Desde aquel día, comencé a planear mi venganza.

Para llevar a cabo mi plan necesitaba la  ayuda de Tomás y la tuya  (inconscientemente). Lo primero que hice fue planear con Tom cómo podíamos tomar prestados unos mapas antiguos de las minas de diamantes, para tomarlos como referencia para falsificar los nuestros. Así pues, una tarde llamamos a la puerta de un antiguo profesor de geografía de nuestro pueblo para pedirle unos cuantos mapas de minas en Sudamérica. El hombre muy amablemente nos los dejó pero nos dijo que debíamos devolvérselos en perfecto estado.

Ya tenía los mapas. Calqué uno de ellos y lo falsifiqué para que la supuesta mina con diamantes se encontrara en el mismo lugar en el que se encontraba la casa de Clarisa.

Al día siguiente, al pasar por un vertedero, cogí una lata oxidada que me serviría para mis planes. Además estuve comentando por el mercado que un señor mayor con gafas y con pinta de aventurero, estaba haciendo preguntas sobre si conocíamos una leyenda del tiempo de los conquistadores sobre una mina. Por supuesto todo esto era de mi invención, pero alguien dijo haberlo visto también. De este modo el rumor fue creciendo y pronto todo el mundo comentó que si esto, que si aquello sobre la mina olvidada en nuestro barrio.

El plan comenzaba a funcionar, así que  mojé el mapa y lo metí dentro de la lata oxidada y por la noche hice un pequeño agujero en el descampado cerca de la casa de la señora Clarisa. Cubrí el agujero con algunos cartones y los dejé 'reposar'.

A la mañana siguiente les dije a unos niños que una pelota se me había perdido en ese descampado, de modo que los niños se pusieron a rebuscar y al cabo de un rato, volvieron con la lata y el mapa. Entre gritos de alegría y alboroto, me retiré discretamente al tiempo que la señora Clarisa volvía de realizar sus compras diarias, y  pude ver como se acercaba a los niños, cuchicheaba algo y los niños se alejaban muy contentos.

Durante los días siguientes nadie vio a Clarisa salir de casa, pero desde la calle se escuchaban golpes y arrastrar  objetos en su casa, hasta por la noche se veía la luz encendida y los ruidos apenas cesaban. Todo el murmullo terminó cuando el techo de la casa de Clarisa se desprendió sobre ella.
Encontraron su cuerpo inerte horas más tarde del derrumbamiento.


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