sábado, 8 de febrero de 2014

El amanecer

Nos levantamos antes de lo previsto para poder ver las primeras luces de la mañana. Cogimos nuestras bicicletas y nos pusimos en marcha hacia la playa. 
Poco a poco iban apareciendo a mi izquierda las anaranjadas luces del sol y mi hermano preguntaba por qué estábamos allí. Cuando estuvimos cerca de la playa nos bajamos de nuestras bicicletas y las dejamos apoyadas en el tronco de un árbol. Después mi padre cogió a mi hermano en brazos y yo me agarré a la mano de mi madre.

 Hacía un día genial pero aún hacía un poco de frío. Nos acercamos lentamente a la orilla y al llegar al agua sentí como todo mi cuerpo se helaba rápidamente. Pero no conseguí moverme. Era una sensación tan agradable el poder sentir el agua en mis pies, pasando una y otra vez sobre ellos, que cerré los ojos por un momento para poder sentir lo que era el mar en realidad. 

 Mis pensamientos contrastaban drásticamente con la visión de mi hermano. Él quería salir corriendo de aĺlí, no soportaba la brisa marina, su olor, las olas, las gaviotas volando sobre nuestras cabezas y surcando el mar lentamente... Él no comprendía lo maraviloso que era el lugar en el que nos encontrábamos.

Entonces escuché a mi padre que decía: 
-Hoy estamos aquí, porque acabamos de ver el comienzo del día más largo del año. 











                                                                     Imagen de el Buho, en flickr.com

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